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Reconectar con el sentir: la clave para educadores más presentes y empáticos

Como educadores, desempeñamos un papel crucial en la vida de los niños. Pero para guiarles de manera auténtica y respetuosa, es imprescindible reconectar con una capacidad que quizás hemos dejado de lado: sentir.

La desconexión del sentir en los adultos

Cuando éramos niños, nuestro principal canal de interacción con el mundo era el sentir. A través de las sensaciones y emociones, entendíamos lo que nos rodeaba mucho antes de desarrollar conceptos o un pensamiento abstracto. El cerebro infantil, en constante evolución, confiaba en el cuerpo y las emociones como su brújula.

A child in a knitted sweater rests comfortably on a couch with pillows and a blanket.

Sin embargo, con el tiempo, fuimos desconectándonos de esta capacidad. La intensidad de nuestras emociones, como el miedo, la tristeza o la frustración, nos sobrepasaba, y muchas veces no supimos cómo manejarlas porque no se nos enseñó a hacerlo. En lugar de aprender a navegar ese mundo emocional, desarrollamos una estrategia de supervivencia: ignorar o reprimir las emociones.

Este proceso nos llevó a convertirnos en adultos que interactúan con el mundo, y con los demás, principalmente a través del pensamiento. Incluso nuestras emociones las “pensamos” en lugar de sentirlas plenamente. Esta desconexión nos priva de una fuente valiosa de información y nos dificulta empatizar con las emociones de los niños.

La importancia de reconectar con el sentir como educadores

Como adultos responsables de guiar a los niños, nuestra desconexión emocional puede generar barreras en la comunicación y el entendimiento. Los niños, especialmente los más pequeños, no procesan el mundo como lo hacemos los adultos. Muchas veces, no pueden expresar con palabras lo que sienten, pero nosotros, atrapados en nuestra mente, intentamos resolver sus necesidades desde el intelecto.

Un ejemplo común: un niño de 3 años que se niega a ir al cuarto a ponerse el pijama. En nuestra lógica, podríamos interpretar esto como un acto de desobediencia. Sin embargo, si conectamos con nuestra capacidad de sentir, podríamos comprender que tal vez el niño tiene miedo al pasillo oscuro. Desde esa empatía, no solo le ayudaríamos a superar ese momento, sino que le estaríamos enseñando a comprender y gestionar lo que le ocurre internamente.

ninos miedos problemas - cocotips

Cuando nos reconectamos con nuestras propias emociones y sensaciones, abrimos la puerta para relacionarnos con los niños desde el sentir y no solo desde el pensar. Esta conexión es clave para educar con empatía, evitando generar en ellos la misma desconexión emocional que muchos de nosotros experimentamos.

El papel del mindfulness en esta reconexión

Reconectar con nuestras emociones no siempre es fácil, especialmente cuando enfrentamos sensaciones incómodas o desafiantes. Aquí es donde el mindfulness se convierte en una herramienta esencial.

El mindfulness, o atención plena, nos invita a prestar atención al momento presente de manera consciente y sin juicio. A través de prácticas como el escaneo corporal o la atención a la respiración, podemos aprender a:

  1. Identificar nuestras sensaciones y emociones: Reconocer lo que sentimos en el cuerpo y en el corazón sin intentar suprimirlo.
  2. Relacionarnos con emociones difíciles: En lugar de luchar contra ellas o dejarnos arrastrar por su energía, aprendemos a navegar su intensidad con suavidad y curiosidad.
  3. Fortalecer nuestra capacidad de empatía: Al estar en contacto con nuestras propias emociones, desarrollamos una mayor sensibilidad hacia las emociones de los demás, incluyendo las de los niños.

El regalo del sentir

Al reconectar con nuestra capacidad de sentir, no solo nos transformamos como personas, sino que también ofrecemos un regalo invaluable a los niños que educamos. Les enseñamos, a través de nuestro ejemplo, cómo entender y transitar sus emociones.

Este proceso no solo fortalece la relación entre educador y niño, sino que también ayuda a los pequeños a desarrollar habilidades emocionales fundamentales para su vida. Y a nosotros, como adultos, nos devuelve la riqueza de vivir en conexión plena con nosotros mismos y con el mundo.

La invitación es clara: practiquemos mindfulness para volver a sentir. Descubramos la sabiduría de nuestras emociones y sensaciones, y permitámonos ser guías más conscientes, empáticos y humanos para las generaciones que vienen.

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Comprender a los niños y entender la práctica de la meditación, han sido mis dos grandes pasiones. Darme cuenta de cuánto tenían en común fue como un momento ¡eureka! . Muchas cosas tomaron sentido en mi comprensión de la vida. En este blog, comparto mis reflexiones acerca de esta interesante relación entre la infancia y la meditación

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